El mensajero de Al-lah y su trato humanitario hacia sus esposas

El Profeta Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él– era un ser humano como el resto de las personas, que fue favorecido con la profecía y ennoblecido con la transmisión del mensaje, y que fue enviado a todo el mundo para liberar a la humanidad de la adoración a los ídolos y guiarlos hacia la adoración al Señor de la humanidad y para hacerles llegar la ley de Dios. Ese es el favor que Al-lah ofrece a quien Él quiere de entre Sus siervos, tal y como dijo en el Corán: “Diles: “Yo no soy más que un hombre a quien se le ha revelado que solo deben adorar a Dios, su única divinidad. Quien anhele encontrarse con su Señor [y que Él esté complacido], que realice obras piadosas y que no adore a nadie más que a Él” (sura La caverna: 110).

El Profeta no ostentó ninguna particularidad divina, pues no conocía lo oculto, ni podía beneficiar ni perjudicar ni dirigir el universo. Dice Al-lah –ensalzado sea– de él: “Diles [oh, Muhammad]: ‘No poseo ningún poder para beneficiarme ni perjudicarme a mí mismo, salvo lo que Dios quiera. Si tuviera conocimiento de lo oculto tendría abundantes bienes materiales y no me alcanzaría nunca un mal. Yo solo soy un amonestador y albriciador para la gente que cree” (sura Los lugares elevados:188).

A pesar de su excelencia, su valor elevado, su alta posición y el haber sido ennoblecido con el Mensaje, siempre rechazó que se exagerase sobre su persona o que se le dispusiera en un rango que no fuese el de la servidumbre a Dios, aquella que Dios mismo eligió para él y con la cual lo ennobleció. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “No exageren conmigo tal y como lo hacen los cristianos con el hijo de María, pues yo soy sólo Su siervo. Así pues, digan: ‘[Él] es el siervo de Dios y Su Mensajero’” (transmitido por Albujari).

Las particularidades del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– fueron humanas y le sucedían las mismas cosas que le podían suceder al resto de las personas, por ello, no fue un inmortal en este mundo. Dice Al-lah –ensalzado sea– sobre él: “Muhammad es un Mensajero a quien precedieron otros. ¿Si muriera o le dieran muerte, volverían al paganismo? Quien regrese al paganismo no perjudica a Dios. Dios retribuirá generosamente a los agradecidos” (sura La familia de ‘Imran: 144).

Igualmente, él sufría las mismas cosas que sufría el resto de las personas, por ello se enfermaba y se sentía mal, y buscaba la cura. ‘Abdul-lah Ibn Mas‘ud dijo: “Entré en la casa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– cuando se encontraba abatido. Yo le dije: ‘¡Mensajero de Al-lah! Estás padeciendo un gran abatimiento. Él me respondió: ‘Sí, sufro abatimiento tal y como pueden sufrirlo dos hombres de vosotros’. Yo dije: ‘¿Eso es porque obtendrás doble recompensa?’. Él respondió: ‘Sí, así es. No hay musulmán que sufra algún mal –sea que se trate de una espina o algo más grave– sin que con ello Al-lah borre sus faltas, del mismo modo en que caen las hojas de los árboles’” (transmitido por Albujari).

Así también, había cosas que le agradaban y otras que le desagradaban. ‘Umar Ibn Aljattab dijo: “En una ocasión, un hombre vino al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– y le pidió algo. Entonces, el Profeta le dijo: ‘No tengo nada para darte, pero pide un préstamo en nuestro nombre y, cuando tengamos para darte, lo pagaremos por tí. ‘Umar Ibn Aljattab dijo: ‘¡Mensajero de Al-lah! ¡Por ti cambiaría a mi padre y a mi madre! Al-lah no te ha exigido esto. Si tienes algo puedes ofrecerlo; y si no lo tienes, entonces uno no debe exigirse algo que esté por encima de sus posibilidades’. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se disgustó por las palabras de ‘Umar. Cuando se enfadaba, se sabía por la expresión de su rostro. Una persona de entre los compañeros de Medina (ansar) dijo: ‘¡Por ti cambiaría a mi padre y a mi madre! Da y no temas escasez’. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se sonrió y dijo: ‘Así mismo me Lo ha ordenado’” (transmitido por Attabari).

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– también se alegraba y se entristecía. Cuando su hijo Ibrahim murió, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– lloró. El que lo consolaba –Abu Bakr o ‘Umar– le dijo: “Tú eres, en verdad, el mejor de aquellos que glorifican a Al-lah de la forma que Le corresponde”. A lo que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– respondió: “Los ojos lloran y el corazón se entristece, pero no decimos aquello que no complazca al Señor. Si no fuese que sabemos que la muerte es algo inevitable, y que los últimos seguirán a los primeros, te hubiésemos llorado más, ¡oh, Ibrahim!; y por cierto que estamos tristes [por tu pérdida]” (transmitido por Ibn Mayah).

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– lloraba y reía. Usamah Ibn Zaid dijo: “Un nieto del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– murió, entonces la madre mandó alguien a él para que le avisase y acudiese a ella. Entonces, él le mandó a alguien que le dijese lo siguiente: ‘A Al-lah pertenece lo que ha tomado y a Él pertenece lo que ha dado. Todo, para Él, está determinado por un plazo establecido. Sé paciente, pues, y espera la recompensa’. Entonces, ella envió a alguien que hiciese hincapié en que acudiese. El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se levantó y con él fuimos Mu‘ad Ibn Yabal, Ubai Ibn Ka‘b, ‘Ubadah Ibn Assamit y yo. Cuando entramos en casa de la mujer, dieron el niño al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y su espíritu se revolvió en su pecho. Entonces, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se puso a llorar. ‘Ubadah Ibn Assamit le dijo: ‘¿Qué es eso Mensajero de Al-lah?’. Él respondió: ‘Es la misericordia que Dios ha depositado en los seres humanos. Y Al-lah únicamente tiene misericordia con aquellos de Sus siervos que tienen misericordia con los demás’” (transmitido por Ibn Mayah).

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– sentía felicidad y dolor. Ya‘far Ibn Abi Talib narró en el relato de su vuelta de la tierra de Abisinia lo siguiente: “…. Salimos hasta llegar a Medina. Allí nos recibió el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y me abrazó, diciéndome: ‘¡No sé si sentí más felicidad con la conquista de Jaibar o ahora con tu llegada, Ya‘far!’” (transmitido por Ibn Hayar).

El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se equivocaba y se olvidaba. En una ocasión, se despistó en su oración y se le hizo saber. ‘Abdul-lah Ibn ‘Umar narró: “En una ocasión, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– hizo en la oración del atardecer dos unidades de oración (raka‘ah). Entonces, Dulyadain le dijo: ‘¡Mensajero de Al-lah! ¿Te has olvidado en algo o has acortado la oración?’. Él respondió: ‘Ni me he olvidado ni la he acortado’. Dulyadain dijo: ‘Has realizado dos unidades de oración’. Entonces, el Profeta vino a la gente y dijo: ‘¿Es así, tal y como dice Dulyadain?’. La gente respondió: ‘Sí’. Entonces el Profeta dijo ‘Al-lahu akbar’, y realizó las dos postraciones de la equivocación” (transmitido por Ibn Hayar).

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– siempre fue un ser humano en su trato con la gente, como cuando dijo: “¡Oh Al-lah! En verdad, Muhammad es un ser humano y se enfada como se enfadan las personas. Y yo tomé un pacto contigo que no romperé. Por ello, a cualquier creyente al que haga daño, insulte o maltrate, haz que ese acto mío sea para él una expiación y una obra con la que se acerque a Ti el día del Levantamiento” (transmitido por Muslim).

También fue un ser humano en las diferentes sentencias que dictaminó a favor o en contra de la gente, cuando dijo: “En verdad, yo soy un ser humano. Ustedes vienen a mí en un litigio y, tal vez, algunos de ustedes puede que sea más elocuente en su argumento que otros. Y, en consecuencia, yo dicte para él conforme a lo que he escuchado. Por ello, aquel a quien dicte una sentencia tomando algo del derecho de su hermano, que sepa que le estoy dando una porción del Infierno” (transmitido por Albujari).

Del mismo modo, fue un ser humano en su vida social, casándose e incitando a la gente a tener descendencia; tal y como hicieron los profetas que le precedieron. Dice Al-lah –ensalzado sea: “He enviado otros Mensajeros antes de ti, y les concedí esposas e hijos. Ningún Mensajero podría presentar un milagro salvo con el permiso de Dios. Cada asunto está registrado en un Libro” (sura El trueno: 38).

El Mensajero de Al-lah y su esmero por proteger a sus esposas:

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se esforzaba por proteger a sus esposas de todo aquel que quisiera manchar su dignidad, menospreciar su nobleza o ensuciar su reputación. Era celoso con ellas; sin embargo, sus celos eran moderados, sin exceso ni defecto, sino con moderación y equilibrio. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: : “En verdad, hay celos que Al-lah –Poderoso y Majestuoso– ama y otros que detesta. En cuanto a los celos que Él ama, son los celos que aparecen en situaciones [evidentemente] sospechosas; y en cuanto a los celos que detesta, son aquellos que aparecen en situaciones donde no hay justificativo para las sospechas” (transmitido por Annasai).

El Mensajero de Al-lah era indulgente frente a los errores de sus esposas:

Los celos son algo natural del ser humano. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– los aceptaba de sus esposas con paciencia y trataba el resultado de los mismos con sabiduría y delicadeza. Anas Ibn Malik –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se encontraba en una ocasión con algunas de sus esposas. Una de entre las madres de los creyentes mandó una bandeja con comida. Entonces, una mujer golpeó la mano del sirviente que portaba la bandeja, que se cayó y se rompió. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– reunió los trozos de la bandeja y comenzó a recoger la comida que había en la bandeja y dijo: “Vuestra madre ha tenido celos”. Después, hizo que el sirviente se quedase hasta que viniese con una bandeja que tenía en su casa. Luego, mandó una bandeja buena a la mujer que se le había roto y se quedó con la rota en la casa de aquella que la rompió” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah cumplía su palabra con sus esposas:

Cumplir con la palabra, sostener una promesa y no hacer un mal gesto ante una buena acción, son cualidades que indican los fundamentos de la persona y su buen carácter. Cuando el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– recordaba a Jadiyah, la honraba y lo hacía de la mejor manera. ‘Aishah dijo: “Yo tuve celos un día y le dije: ‘¿Por qué te acuerdas tanto de aquella anciana, siendo que Al-lah te dio a otra mejor que ella?’. El Profeta dijo: ‘Al-lah no me ha dado a alguien mejor que ella: ella creyó en mí cuando la gente me negó; me consideró veraz cuando la gente me desmintió; ella me ayudó con su dinero cuando la gente me lo negó; y Al-lah me proveyó con ella hijos varones y no con otras mujeres’”.

El Mensajero de Al-lah y su delicado trato hacia sus esposas:

En toda la vida del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tanto antes como después de su designación como Profeta, nunca se supo de él que levantase la mano a una mujer, ni extraña ni mucho menos de su familia. Como es sabido, no hay hogar donde no existan problemas, y los hogares del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– tampoco fueron una excepción. A pesar de ello, él nunca golpeó a ninguna de sus esposas ni les dijo nunca palabras malsonantes. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Mensajero de Al-lah nunca llegó a pegar ni a insultar a ninguna mujer. ¿Cómo iba a hacer algo así? Incluso el día que su gente le rompió uno de sus dientes y lo hirieron en la frente y brotaba la sangre de su rostro, y alguien le dijo: ‘¡Mensajero de Al-lah! ¡Invoca a Al-lah contra ellos!’; pero el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: ‘En verdad, Al-lah no me envió ni injuriador ni maldecidor, sino que me envió como predicador y como una misericordia. ¡Oh Al-lah! Guía a mi gente, pues no saben’” (transmitido por Albaihaqi).

El Mensajero de Al-lah y su compasión hacia sus esposas:

El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se casó con nueve mujeres, por unas causas y motivos concretos. Entre estas causas estaba su misericordia, su compasión y su buen trato con todo aquel que creyó en él y lo siguió y sufrió, a causa de esto, mucha persecución y la expulsión. Fue por ello que se casó con Saudah Bint Zam‘ah –que Al-lah esté complacido con ella–, quien tenía cincuenta y cinco años de edad mientras que el Profeta tenía cincuenta. La gente de Meca se sorprendió con ese matrimonio, pues ella –que Al-lah esté complacido con ella– no era una mujer bella ni era deseada por los hombres y, además, tenía cinco hijos; fue un matrimonio movido por la pura humanidad. El Profeta se casó con ella por piedad con su situación, por compasión y para dignificarla, así como para tranquilizarla tras haber regresado de su migración a Abisinia y la muerte de su esposo. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– quiso divorciarla después de haber convivido un tiempo con ella, como misericordia con ella y para no cargarla con aquello que no podía soportar de los asuntos conyugales y responsabilidades. Cuando ella supo que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– quería divorciarla, le dijo: “¡No te divorcies de mí! ¡Quédate conmigo! Si quieres, el día que me toque estar contigo, quédate con ‘Aishah”. El Profeta accedió a su petición y entonces fue revelada la siguiente aleya: “… no hay inconveniente en que se reconcilien, pues la reconciliación es mejor”, en respuesta al deseo de ella de ser resucitada como esposa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él (transmitido por Attirmidi).

El Mensajero de Al-lah y su misericordia hacia las mujeres:

En una ocasión, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– entró en la mezquita y vio una cuerda atada entre dos pilares. Él preguntó: “¿Qué es esta cuerda?”. Le dijeron: “Es de Zainab. Cuando realiza la oración y se cansa, se agarra a ella”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “¡Quitadla! Que cada uno de vosotros haga la oración según sus fuerzas. Y si se cansa, que se siente” (Annasai).

El Islam es una religión divina, por lo tanto, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– no quería que su familia hiciese más de lo que podía soportar en los actos de culto, para que ello no tuviese repercusión en otros asuntos de sus vidas. En cierta ocasión, el Profeta le dijo a uno de sus compañeros que estaba sumido en los actos de culto y había dejado todos los disfrutes permitidos de este mundo: “Tienes derecho a dormir, tu cuerpo tiene derecho a descansar, tu mujer tiene derecho sobre ti, tu huésped tiene derecho sobre ti y tu amigo tiene derecho sobre ti”.

El Mensajero de Al-lah siempre buscaba complacer a sus esposas:

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era la persona más delicada con la gente y, especialmente, con sus esposas. A veces, tenía que escuchar las malas palabras de su familia dirigidas a él, pero él hacía como si nada y recibía su ofensa siendo paciente y benevolente con los errores que podían surgir de ellas, siempre que no contraviniesen la ley. Siempre recibía estas cosas con una sonrisa que portaba el amor, la tolerancia y la sutileza. Imagina el grado de su delicadeza –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas cuando, en una ocasión, ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– le alzó la voz cuando estaban hablando. Abu Bakr, padre de ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con él– la escuchó. Cuando entró, la cogió para azotarla y le dijo: “¿Acaso no te he escuchado alzar la voz al Mensajero de Al-lah?”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se lo impidió y Abu Bakr salió enfadado de la casa. Al salir Abu Bakr, el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo a ‘Aishah: “¿Has visto cómo te he librado de tu padre?”. Tras ello, Abu Bakr pasó unos días sin ver al Profeta. Luego, Abu Bakr vino a casa del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y le pidió permiso para entrar. Cuando entró, vio que ambos se habían reconciliado, y les dijo: “Me han introducido en su paz del mismo modo que me introdujeron en su enfrentamiento”. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo: “Lo hemos hecho… Lo hemos hecho…” (transmitido por Abu Dawud).

El Mensajero de Al-lah facilitaba las cosas a sus esposas:

“Han sido enviados para facilitar las cosas y no para hacerlas difíciles”. Estas son palabras del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y su método a la hora de tratar con la gente: facilidad, delicadeza y dulzura. ‘Aishah, la madre de los creyentes – que Al-lah esté complacido con ella–, dijo: “En una ocasión se me regaló a mí y a Hafsah comida, cuando nos encontrábamos ayunando (un ayuno voluntario). Una le dijo a la otra: “¿Quieres romper el ayuno?”. La otra respondió: “Sí”. Y, así, lo rompieron. Después, entró en casa el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– y ‘Aishah le dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Se nos ha regalado esto y nos entró ganas de comerlo. Así que hemos roto el ayuno”. Él dijo: “No pasa nada. Ayunen otro día [por este que han roto] en su lugar” (transmitido por Muslim).

El Mensajero de Al-lah y su delicadeza a la hora de tratar con sus esposas:

La mejor comida es aquella que das con tu propia mano y con la que alimentas, y el sorbo de agua que das de beber con tu propia mano a tu familia. Todo esto no se consideran únicamente acciones con el fin de obtener sus corazones, un indicio del buen trato con ellos y un signo de tu amor para con ellos; sino que, también, se trata de una caridad por la que Al-lah te recompensará. A través de este lazo entre lo religioso y lo mundano se mantiene el calor de los sentimientos, prevalece la armonía y la familia disfruta de la tranquilidad y el sosiego. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo a Sa‘d Ibn Abi Waqas: “Por todo aquello que gastas, buscando con ello la complacencia de Al-lah, serás recompensado; hasta por el trozo de comida que llevas a la boca de tu mujer” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah nunca se impacientaba con sus esposas:

Tener en cuenta los sentimientos de una persona es una prueba de la pureza del ego y la bondad del alma. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía en cuenta los sentimientos de su familia y no le molestaba lo más mínimo aquello que hacían involuntariamente. ‘Ammar Ibn Yasir –que Al-lah esté complacido con él– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– hizo un alto con sus tropas. Con ellos iba ‘Aishah, su esposa, a quien se le rompió un collar de perlas de Difar, y retuvo a la gente buscando su collar, hasta que llegó la aurora sin que la gente tuviese agua. Abu Bakr se enfadó con ella y le dijo: “¡Has retenido a la gente y no tienen agua!”. Entonces, Al-lah –Poderoso y Majestuoso– reveló la aleya de la licencia de la ablución seca con tierra. Entonces, los musulmanes se pusieron en marcha junto con el Mensajero de Al-lah y golpearon con sus manos la tierra y alzaron sus manos sin quitarse nada de la tierra. Y entonces, pasaron sus manos por sus rostros y sus brazos hasta los codos, con las palmas de sus manos hasta las muñecas (hadiz valorado como fidedigno por Albani).

El Mensajero de Al-lah y su exquisito trato romántico con sus esposas:

Intercambiar rosas entre los amantes es un signo de delicadeza, sutileza y una expresión de la emoción del alma de la persona y de sus sentimientos de amor, valor, reconocimiento de las buenas cualidades y el favor de aquel a quien se le ofrece el regalo. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– recomendaba esto, lo llevaba a cabo y ordenaba que se aceptasen estos gestos, cuando dijo: “A quien se le ofrezca perfume que no lo rechace, pues es ligero y de dulce aroma” (transmitido por Muslim).

El Mensajero de Al-lah se ponía guapo, se arreglaba y se aseaba para sus mujeres:

El buen aspecto y el buen perfume son cosas agradables para la gente, los corazones se sienten a gusto con ello y es confirmado a simple vista. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “Es como si viese el unto de perfume en el cabello del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– cuando iba en estado de Ihram (consagración)”. Y en otra transmisión dijo: “Vi el unto de almizcle en la raya del pelo del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–” (transmitido por Annasai).

Cuando ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– fue preguntada sobre qué era lo primero que hacía el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– cuando entraba en su casa, ella dijo: “Cuando entraba en casa lo primero que hacía era utilizar el siwak para los dientes” (hadiz valorado como fidedigno por Albani). Esta era la forma de ser del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–, su naturaleza era buena en todo momento, incluso cuando dormía lo hacía estando purificado y limpio. Su criado Anas Ibn Malik, aquel que tuvo el honor de servirlo durante diez años, dijo: “Nunca llegué a oler un ámbar o un almizcle ni nada mejor que el olor del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–. Ni tampoco palpé brocado ni seda ni nada tan suave que el tacto del Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él–.

El Mensajero de Al-lah manifestaba su amor a sus esposas:

La modestia sólo trae el bien, tal y como informó de ello el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– excepto en aquellos casos que provoque al musulmán perder algo relacionado con los asuntos de su religión o de su vida. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– manifestaba su amor a sus esposas, enseñando así a sus seguidores a manifestar sus sentimientos a sus esposas para que perdure el amor y continúe la convivencia. ‘Amru Ibn Al‘as dijo: “En una ocasión fui al Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con el– y le pregunté: ‘¿Quién es la persona que más quieres?’. Él me respondió: ‘‘Aishah’. Le pregunté luego: ‘¿Y de entre los hombres?’. Él me respondió: ‘Su padre’. ‘¿Y luego?’. Él me dijo: ‘‘Umar’. Después, el Profeta citó a más hombres, y yo me callé por miedo a que me citase en el último lugar de quienes quería”.

El generoso Mensajero temía por sus esposas:

Tener miedo es un sentimiento humano y algo esencial. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– temía por sus esposas y se esmeraba por que nada malo les ocurriese. Anas –que Al-lah esté complacido con él– acudió con el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– a Abu Talhah; Safiyah iba sentada detrás del Profeta en su montura. Durante el camino, la camella tropezó y el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– y ella cayeron. Abu Talhah dijo: “Me parece que se ha caído de su camello”. Abu Talhah acudió al Mensajero de Al-lah y le dijo: “¡Profeta de Al-lah! ¡Que Al-lah haga de mí tu rescate! ¿Te ha ocurrido algo?”. Él respondió: “No. Ocúpate de mi mujer”. Abu Talhah se echó las ropas sobre su rostro y se dirigió a ella. Luego, echo un ropaje suyo sobre ella. La mujer se levantó y luego les ayudó para que volviesen a montar (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah siempre se esmeraba por salvar a sus esposas:

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– quería el bien para sus esposas y siempre se esmeraba por proveerlas, sobre todo en aquello que les hacía alcanzar la complacencia del Señor del universo, y aumentaba su acercamiento al Paraíso y su alejamiento del Infierno; pues ese es el triunfo del que Al-lah –ensalzado sea– habló, diciendo: “Todo ser probará el sabor de la muerte, y cada uno recibirá su recompensa íntegra el Día de la Resurrección. Quien sea salvado del Fuego e ingresado al Paraíso habrá realmente triunfado, porque la vida mundanal es solo un placer ilusorio” (sura La familia de ‘Imran: 185).

Umm Salamah, esposa del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– dijo: “En una ocasión, el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se despertó por la noche asustado y dijo: ‘¡Glorificado sea Al-lah! ¡Cuántos tesoros han descendido y cuántas tribulaciones también lo han hecho! Ve y despierta a las mujeres de sus aposentos –es decir, a sus esposas para que hiciesen la oración–, pues puede que aquella que va vestida en este mundo acabe desnuda en la otra vida’” (transmitido por Albujari).

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– siempre estaba comprometido con sus esposas, les enseñaba los caminos del bien y las guiaba hacia ellos, haciendo de esto un método a seguir para su comunidad. El Profeta dijo: “Que Al-lah tenga misericordia de un hombre que se despierta por la noche para hacer la oración y despierta a su mujer y ella también ora; y si ella se niega, rocía sobre su cara un poco de agua. Y que Al-lah tenga misericordia de una mujer que se despierta por la noche para hacer la oración y luego despierta a su marido y él también ora; y si él se niega, rocía sobre su cara un poco de agua” (transmitido por Abu Dawud).

El Mensajero de Al-lah no entraba por sorpresa en las casas de sus esposas:

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– detestaba la desconfianza y los celos que sobrepasaban los límites naturales de una persona. Él amaba ver a su familia en el mejor de los estados y en la más completa de las formas. Ello lo hacía por su esmero en afianzar los lazos de amor con ellas. Por ello, no las sorprendía entrando de repente en sus casas tras un largo viaje. Lo que solía hacer era anunciar su llegada para que sus esposas tuviesen el tiempo suficiente para arreglarse, asearse y prepararse para recibirlo. Así, él encontraba a sus esposas con la mejor imagen y la más bella forma, afianzando así los lazos de amor. Yabir Ibn ‘Abdal-lah dijo: “Nos encontrábamos en una ocasión de viaje con el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–. Cuando volvimos y quisimos ir a nuestras casas, él nos dijo: ‘Vayan despacio, para que así lleguemos a casa de noche y les dé tiempo a las mujeres –cuyos maridos han estado ausentes– de peinar sus cabellos enredados y rasurarse el vello del pubis’” (transmitido por Abu Dawud).

El Mensajero de Al-lah siempre daba preferencia a sus esposas antes que a sí mismo:

Al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se le hizo gustar la generosidad y la entrega, pues siempre anteponía su familia a sí mismo y prefería darles a ellas algo que hubiese conseguido o se le hubiese regalado. Cómo no, siendo él aquel que dijo: “Cuando Al-lah les conceda algún bien, que comience otorgándoselo a sí mismo y a su familia” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).

Sus palabras no eran únicamente idealistas, sino que las llevó a la práctica en la realidad. Anas –que Al-lah esté complacido con él– dijo que Umm Sulaim lo envió con un plato de dátiles frescos para el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él–. Él tomó una parte que mandó a algunas de sus esposas. Luego tomó otra parte y la mandó a las demás de sus esposas. Él deseaba comer de esos dátiles, pero no tomó nada para sí; además, fue algo que hizo en más de una ocasión” (hadiz valorado como fidedigno por Albani).

El Mensajero de Al-lah era humilde con sus esposas:

“A quien se muestra humilde con Al-lah, Al-lah lo elevará”. Estas son las palabras con las que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– se dirigía a sus compañeros. El Profeta practicó esto en la realidad a través de su trato con la gente. Sus mujeres no fueron una excepción a esta norma. Anas Ibn Malik dijo en el hadiz donde cuenta cuando volvieron con el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– de Jaibar a Medina. Su esposa Safiyah –que Al-lah esté complacido con ella– se encontraba con él. Dijo Anas: “Vi al Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– cómo se acercó a ella por detrás con un manto de lana. Luego, él se sentaba en su camello y ponía su rodilla para que Safiyah pusiese su pierna sobre su rodilla y pudiese montar” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah era benevolente ante los errores de sus esposas:

El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía en consideración los sentimientos de celos que sus esposas tenían. Por ello, nunca se enfadaba cuando sentían celos ni censuraba las acciones que se daban como resultado de esos celos. Lo que él hacía era tratar esos celos con tranquilidad, lo que demostraba su prudencia y sabiduría. Anas Ibn Malik dijo: “El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– se encontraba con una de las madres de los creyentes, y otra de sus esposas envió una bandeja con comida. Entonces, esta golpeó la mano del Mensajero y la bandeja se cayó y se rompió. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– recompuso la bandeja y reunió en ella la comida. Luego dijo: “Vuestra madre ha tenido celos. Coman”, y ellos comieron. Entonces, hizo al siervo esperar hasta que trajeron otra bandeja de la casa donde él estaba, y el Mensajero le dio la bandeja buena y dio la rota a la mujer que la había roto” (transmitido por Annasai).

El Mensajero de Al-lah conocía el estado psicológico de sus esposas:

La delicadeza, el sentimiento y el trato que el Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– tenía con sus esposas, le hacía conocer sus sentimientos e identificar sus emociones. Por ello, sabía cómo afrontar los sentimientos negativos con indulgencia y benevolencia. ‘Aishah, la madre de los creyentes –que Al-lah esté complacido con ella– relató que el Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– le dijo: “Sé cuándo estás contenta conmigo y cuándo estás enfadada”. Ella le dijo: “¿Y cómo lo sabes?”. Él dijo: “Cuando estás contenta conmigo, dices: ‘¡No, por el Señor de Muhammad!’; y cuando estás enfadada conmigo, dices: ‘¡No, por el Señor de Abraham!’”. Ella dijo: “Sí, por Al-lah, Mensajero de Al-lah, que es así. Lo hago porque quiero evitar tu nombre” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah y su equidad con sus esposas:

La equidad del Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– con sus esposas llegó al súmmum. Él era equitativo con ellas en todos los asuntos, ya sea que estuviese de viaje o presente. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– no prefería a ninguna de nosotras sobre otra cuando se trataba de repartir el tiempo de estancia con cada una. Todos los días nos visitaba sin tener relaciones con ninguna, hasta que le tocase a alguna su correspondiente día y, entonces, pernoctaba en casa de ella” (transmitido por Abu Dawud).

Él nunca fue negligente en la justicia con la que Al-lah lo dotó, incluso cuando se encontraba enfermo. ‘Aishah –que Al-lah esté complacido con ella– dijo: “El Mensajero de Al-lah –la paz y las bendiciones sean con él– preguntó –cuando padecía la enfermedad de la cuál murió– lo siguiente: “¿Dónde me encontraré mañana? ¿Dónde me encontraré mañana?”, queriendo decir que al día siguiente le tocaría estar con ‘Aishah. Entonces, el resto de sus esposas le dieron el permiso para que se quedase en la casa de la esposa que él quisiera. Él, pues, permaneció en la casa de ‘Aishah hasta que allí murió” (transmitido por Albujari).

El Mensajero de Al-lah y el aspecto social con sus esposas

“No hay nada en lo que se encuentre la delicadeza sin que quede embellecido; y no hay nada a que se le quite la delicadeza sin que lo afee”. Estas fueron directrices generosas y proféticas con las que Mensajero –la paz y las bendiciones sean con él– educó a su comunidad. El Profeta –la paz y las bendiciones sean con él– era delicado en todos sus ...

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El aspecto sentimental del Mensajero de Al-lah para con su familia

El Islam tiene en cuenta las dimensiones humanas con las que Al-lah configuró a las personas. Entre ellas tenemos la dimensión sentimental entre el hombre y la mujer. El Islam tiene en cuenta el deseo sexual como un impulso necesario que debe ser saciado y no reprimido, pero elevándolo para que no sea únicamente una pasión temporal y una atracción animal. El Islam ha hecho que ese deseo se satisfaga a través del matrimonio, mismo que mantiene la pureza, la castidad y otorga el sosiego del ...

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Consejo de un padre musulmán a su hijo en el día de su boda

La armonía del romanticismo, las buenas relaciones, la bondad y la tolerancia mutua es el método que el verdadero musulmán sigue, aplica, practica en su actuar y promueve, en cumplimiento de los mandatos de Al-lah. El Imam Ahmad Ibn Hanbal, que Al-lah lo tenga en Su misericordia, aconsejó a su hijo el día en que se casó, enseñándole los derechos de su esposa sobre él, diciéndole: “¡Hijo mío! No obtendrás la felicidad en tu hogar sino con diez cualidades que debes conceder a tu esposa. ¡Obsérvalas y esfuérzate en practicarlas!”.